miércoles, 21 de julio de 2010

Historias de Ojo Guareña (I)

En pocos lugares se concentra en tan poco espacio la belleza natural, paisajística, histórica y cultural como en el entorno de Ojo Guareña.


Su circo rocoso, que obliga al juvenil río Guareña a sumergirse repentinamente bajo la tierra en busca de una salida, consiguiendo con ello formar uno de los sistemas de cavernas más extensos de Europa, con sus más de 100 kilómetros, la ubicación de la ermita de San Bernabé, literalmente excavada en la roca, atraen año tras año a miles de visitantes, aún relativamente pocos, que quedan sorprendidos por la originalidad del lugar.
El visitante estándar podrá disfrutar del entorno, de los últimos metros antes del sumidero del Guareña y de un breve circuito por la cueva superior, que comprende la propia ermita (destacan los exvotos y los murales referentes a los milagros de San Tirso) y la sala de los Concejos.

Hace poco se ha abierto la posibilidad de realizar recorridos de mayor longitud y duración. Estos visitantes y los espeleólogos pueden adentrarse en estas profundidades que ofrecen no sólo espectáculos geológicos, sino también biológicos (existen una serie de invertebrados endémicos) y arqueológicos (huellas, pinturas y restos óseos desde el paleolítico hasta la edad media). En definitiva una maravilla.

Pero es poco probable que unos u otros se paren a reflexionar en demasía sobre el simbolismo que el lugar ha tenido desde tiempos inmemoriales hasta nuestro más cercano pasado, que podemos reconstruir a través de libros como Leyendas y Supersticiones del Norte de Burgos y Aguas Abajo.

En efecto las cuevas de Ojo Guareña representan un auténtico tótem de la religiosidad popular. En un escudo de la ermita podemos ver dibujados triángulos invertidos, lo que viene a significar las cuevas o el pubis femenino (asociados legendariamente a energías negativas); en contraposición a la posición habitual (la montaña, la masculinidad, lo positivo). Es más, en estos lugares con tantas cuevas próximas, era habitual que a unas se las tomase por beneficiosas y a otras por maléficas, junto a las cuales los agricultores se negaban incluso a sembrar.
 
Cuenta la leyenda más ancestral que en los tiempos celtas pasó sus días en esta cueva el druida Lam, un hombre barbado y solitario, que vigilaba la fuente de la sabiduría de la que mana el agua que cura las enfermedades, acompañado de una osa y dos bichos monstruosos, en cuya compañía pasaba los días y los años. Este nombre recuerda a la deidad LAM, vinculada a la fuente de la sabiduría y el agua curativa.
 
También se cuenta una leyenda sobre un rey celta o godo que se adentró en la cueva persiguiendo a una pastora de pechos generosos y no volvió a ver la luz nunca más. Curiosamente, en la misma se ha encontrado el esqueleto de una persona que evidentemente se desorientó y murió de inanición, con una fíbula de data aproximadamente del siglo VI a.C.

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