jueves, 22 de diciembre de 2011

Baíllo

Las sensaciones que tenemos al llegar a Baíllo tampoco son mucho más alentadoras, pero al menos podemos contemplar en la parte alta del pueblo la iglesia de San Antolín, que aún muestra un interesante ábside románico.






En las cercanías, hacia la Tesla, se encuentra la ermita de la Virgen de la Hoz, precisamente junto a una garganta que desciende de la sierra. En este lugar se lleva a cabo una ancestral romería a principios de junio.
 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Otros pueblos del silencio: Casares

Transitar por buena parte pueblos de Cuesta-Urria exige grandes dosis de autocontrol para no dejarse llevar por la tristeza y ganas de huir que transmiten sus desoladas calles y arquitectura popular muy venida a menos. Este es el caso de Casares, del cual no os muestro mas que esta foto pues lo primero que me encontré al llegar fueron los perros ladrando y la sensación de que se había convertido en una "esta es mi granja y hago lo que quiero y no son bienvenidos los visitantes". De verdad, estoy deseando que algún lector me corrija.


No os puedo decir mucho más de este lugar. Según cita el Diario de Burgos, mientras que en 2007 y 2008 aparecía sin habitantes, en 2009 tuvo un empadronado y en 2010 vuelve a figurar despoblado. Según mi censo de 1900 por entonces tenía 38 habitantes que ocupaban 11 viviendas.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Iglesia de La Aldea

Nuestra siguiente parada es muy breve, apenas un instante, para contemplar la iglesia de la Santa Cruz de la localidad de La Aldea. Destaca sobre todo por su torre fortificada del siglo XIV.

martes, 13 de diciembre de 2011

La Fuente del Oro María

No es ningún secreto que soy un enamorado de la provincia que me vio nacer, de sus pocas grandezas y de sus muchas miserias (de ello son buena prueba las más de 500 entradas que llevo publicadas en este blog); y este sentimiento se ve reforzado cuando; de cuando en cuando, me encuentro con lugares como éste, tan humildes, originales y desconocidos, y precisamente por ello tan súmamente especiales.

Siguiendo por la carreterita que conduce desde Cereceda hasta el pequeño embalse al que da nombre. Justo antes de un pequeño túnel, se encuentra una pequeña surgencia natural de caudal relativamente importante. Es la Fuente del Oro María.




La originalidad de esta fuente está en el hecho de que es intermitente, es decir, que tan pronto como mana con fuerza, se seca repentinamente. Pero además, a diferencia de otros escasos ejemplos como las Fuentes Tamáricas de Velilla del río Carrión o la Fuentona de Ruente, en este caso sí que obedece a un ciclo más o menos establecido, lo que no la hace menos sorprendente. En efecto unos tres minutos después la fuente presenta este aspecto.




Y así está otros tres minutos hasta que vemos como el agua vuelve a ascender por el hueco inicial y a manar de nuevo en un ciclo sin fin.


Aunque al parecer esto se confirma sobre todo en primavera y otoño.

Si leemos el artículo referido a las Fuentes Tamáricas, vemos como en la antiguedad se les confirió un poder de funesto presagio, pues vaticinaban la muerte próxima de aquel que al observarlas por primera vez las encontrara secas. En principio desde el siglo XVII se han asociado estas legendarias fuentes con las de Velilla del Río Carrión, pero nunca se sabe...

Los lugareños, por el contrario, han dado una utilidad mucho más amable a esta fuente. Tradicionalmente se acudía al lugar (y especialmente las parejas de enamorados), y se cantaba esta copla cuando la fuente estaba seca, para que volviera a surgir:

“Fuente del Oro María
sal y da de beber a esta niña.
Si se lo dás
por el río arriba subirás
si no se lo das
por el rio abajo bajarás”.

Al parecer hasta no hace mucho hubo un cartel o inscripción junto a la fuente con esta rima.

Nuestro poeta Bonifacio Zamora completaba la historia con esta poesía:

Que la fuente intermitente
de Cereceda es la fuente
del oro, lo dice el coro
de voces, entre la gente,
cantando: "Fuente del Oro,...

Porque un buen día María,
fué a la fuente, sonriendo
Sonreía

María, la fuente viendo
intermitente brotar
mientras la fuente decía:
- ¿ No me dices el Cantar
Fuente del Oro, María?

María, nada decía
Sonreía
y mirábase curiosa,
como en espejo, la cara
en el cristal de agua clara.
repitiendo: -Soy hermosa-

¡Eres hermosa! - la fuente
repetía, - y un tesoro
es la cabellera de oro
que rubia adorna tu frente.
¡ Si pudiera
copiarte la cabellera
en el agua trasparente!...

Volvió la fuente a brotar,
volvió María a mirar
y vió con agrado que era
de oro su cabellera,
que el agua pudo copiar.
Y la fuente proseguía
intermitente y sonora:

- Pues es de oro y es mía
tu cabellera de aurora,
si antes no lo merecía
¿No es verdad que soy ahora
Fuente del Oro, María?

A la fuente intermitente
de Cereceda la gente
le dice desde aquel día
siempre que canta a la fuente:
"Fuente del Oro María".

Y allí nos quedamos sonriendo como María, viendo uno de estos diminutos milagros de la naturaleza; hasta que, es cierto, una pareja muy joven allegóse junto a la fuente, lo que nos invitó a dejarlos tranquilos para cumplir el rito secular.

Termino el artículo con un pequeño vídeo del manantial. El ciclo en este momento era de unos 2 minutos activo por unos 10 minutos inactivo. 


viernes, 2 de diciembre de 2011

La ermita de San Cristóbal

En una apartadísima y sobrecogedora atalaya con excepcionales vistas sobre el valle de Valdivielso (lástima de que la foto esté hecha demasiado pronto) encontramos los restos de una edificación que se corresponden con la antigua ermita de San Cristóbal.


Simplemente por la originalidad de su ubicación merecería la pena hacer una mención este lugar, pero es que además existe una curiosa historia relacionada. Hasta tiempos relativamente recientes existió una cofradía dedicada al santo, remontándose las referencias a la misma nada menos que al año 1628.

Cuentan que un pastor un tanto rudo entró un día a la ermita y dijo “San Cristobalón, bailas o no bailas”, y como quiera que no obtuvo respuesta, éste le asestó un golpe en la pierna izquierda partiéndola, y así se guarda la figura en la actualidad en la iglesia de Quintana de Valdivielso. Hasta donde he podido saber se sigue celebrando la festividad de San Cristóbal en Quintana, el primer domingo de junio; alternándola anualmente con Valdenoceda.

En la próxima entrada, que probablemente tendrá que esperar a la semana del 12, os describiré una ruta de senderismo para acceder a este curioso emplazamiento.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Valhermosa

Paramos en este lugar de nombre tan sugerente y nos encontramos con esta delicada sopresa


Se trata de una aldaba ubicada en esta añeja puerta.


Muy cerca el elemento de mayor valía del caserío, la torre de los Sarabia de Rueda.


Esta casa es conocida como "El Fuerte" y llama la atención el escudo en esquina.


Otra casa con un centenario arco apuntado casi echado a perder


Bastante peor es el estado de la Iglesia de la Santa Cruz, originaria del siglo XVI con elementos anteriores, y ya arruinada. Actualmente se celebran los actos religiosos en una ermita ubicada en el centro urbano.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Quecedo de Valdivielso

Como hemos visto en otros pueblos de Valdivielso, y como veremos en otros, Quecedo es también lugar de varios palacios y casas fuertes, lamentablemente en su mayoría en mal estado de conservación. El ejemplo más evidente es este Palacio de los Huidobro, originario del siglo XVI.  Presenta tres pisos y las almenas que la coronan están reforzadas por garitones en las esquinas. En uno de sus flancos aparece un palacio, que también está rematado por almenas.







Este otro palacio, conocido por varios nombres, entre ellos el de Palacio de los Gómez, presenta en su escudo la simbología del arzobispado. Se encuentra al borde del colapso.



Esta es la casona Esteban Arco


La estrecha calle principal de Quecedo


No podemos irnos de Quecedo sin acercarnos hasta su centenaria encina o hasta el singular y espectacular paisaje de "Los Cárcavos".

jueves, 24 de noviembre de 2011

Ruta de senderismo: El Pico San Millán por las Cascadas de Altuzarra (segunda parte)


Tras el merecido descanso es hora de emprender el descenso. Entre las varias posibilidades nosotros tomaremos un sendero que nace retrocediendo unos metros desde la cumbre. Sin mucha dificultad encontraremos la vereda que desciende hacia la derecha por la empinada pendiente, de modo que pasa bajo la vertical de la cima y continúa hacia el este. Con cuidado de no caer en este tramo descendemos paulatinamente en busca de una nueva arista. Alcanzaremos la misma tras asomarnos por un momento hacia el barranco del río Morales.




Girando paulatinamente hacia la izquierda volvemos al circo de San Millán y empezamos a descender por una pesada pedrera que nos obliga a no perder la atención ni un momento. Siguiendo los hitos montañeros vamos perdiendo altura con rapidez buscando el centro del circo.
 
Por momentos atravesamos espacios en los que las rocas aparecen cubiertas por una capa herbácea, pero en general el tramo complicado es bastante largo, mientras que paulatinamente junto a nosotros van naciendo los diversos manantiales que forman el río Urbión.

 

Durante la última sección de este complicado tramo dejamos el arroyo a la derecha, el cual forma ya alguna cascada. No será, en todo caso, hasta la cota 1600 cuando alcancemos las primeras hayas, que habremos estado observando bajo nosotros durante todo el descenso.
 
El hayedo va tomando paulatinamente fuerza mientras nos aproximamos al río, que cruzamos pasando de piedra en piedra, junto a una secuencia de pequeños saltos. Desde este punto nos vemos inversos de nuevo en el bosque y nuestro avance se hace más cómodo ya que en general el sendero es bastante liso y ancho, salvo en puntos encharcados y en las zonas en donde hay que vadear el río.

 

 
Es momento de solazarnos con los múltiples y preciosos rincones que nos depara el hayedo y el río al que se le van sumando más y más arroyos. Vamos así perdiendo altitud paulatinamente sin mayores novedades que las comentadas. En tramos algo más complejos tendremos la opción más monótona de alejarnos del río o más compleja e interesante de seguir junto al mismo aunque nos veamos obligados a hacer equilibrios entre piedra y piedra. Aquí va un pequeño muestrario de lo que nos espera.











 
En la cota 1225 encontramos una señalización de la senda Enrique del Rivero, que no es sino un cortísimo ramal que nos acerca al punto desde el que el periodista tomó la más famosa imagen de este hayedo.

 
Desde aquí aún nos queda un tramo de gran interés, el cual podemos dar por concluido cuando lleguemos a un rustico puente sin barandilla fabricado con troncos y tierra. Muy poco después llegamos al punto donde tomamos el sendero de las cascadas y desde aquí por un camino muy cómodo alcanzamos el área recreativa y nuestro vehículo.




Comentarios

Debido a su longitud, su desnivel (partimos de unos 1050 metros) y los tramos en los que el sendero obliga a esforzarnos la ruta puede considerarse como dura, aunque no complicada. En todo caso un mínimo de preparación y experiencia previa es necesario.

Nos encontraremos, especialmente en otoño, con bastantes personas que tan sólo remontan el río un par de kilómetros. Si lo que nos interesa es la senda de las cascadas podemos descender por el camino alternativo que hemos señalado en la descripción. Esta opción implica recorrer tan sólo unos diez kilómetros y la dificultad y desnivel son muy inferiores.

Entre las peculiaridades de este valle está el hecho de que guarda muy bien la humedad. En épocas lluviosas o de deshielo es muy complicado, por no decir imposible, con lo que lo más recomendable es buscar el verano y muy especialmente el otoño, cuando los hayedos estén en su plenitud cromática. En todo caso es prácticamente obligatorio utilizar calzado impermeable y con niebla o tiempo inestable se debe intentar evitar salvo que seamos conocedores de la zona.

Track de la ruta:


miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Día de los Bosques Autóctonos

Me permitiréis que haga un pequeño inciso en mi descripción de la ruta al Pico San Millán para recordar que hoy es el día de los bosques autóctonos en España; englobado además en el año Internacional de los Bosques.

Aprovecho para hacer memoria de los bosques que os he mostrado en este blog en sus cerca de tres años de existencia, y aquí van algunos de ellos: Los hayedos del San Millán, Otero y Mencilla, los bosques del alto Pedroso, la Dehesa de Monasterio de la Sierra, las dehesas y rodales de Valdelaguna, los bosques de Juarros, los Hayedos de Ordunte, los Hayedos de Losa, los Pinares de la Sierra, la Hoya de Huidobro, Los Montes de Oca, El monte Hijedo, La dehesa de los Jaramillos, el hayedo de Carrales, el desfiladero del Ayuda, el bosque de Las Pisas, La Tejeda de Panizares, los pinares de la ribera del Duero, El robledal de Edilla...integrando además alrededor de una cincuentena de entradas dedicadas a los árboles singulares burgaleses.

Todos ellos, unos más humildes, otros más exhuberantes, invitan al caminante a introducirse en los mismos y disfrutar de ese mundo tan auténtico como es el bosque. Y lo mejor de todo es que aún quedan muchos por descubrir.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Iglesia de San Pedro de Tejada

No voy mucho a San Pedro de Tejada, y ello pese a la inigualable belleza de este maravilloso templo. Tal vez sea porque sé que no necesita tanto ser difundido, tal vez por el dolor que supone el hecho de que la iglesia románica más interesante de toda la provincia sea propiedad privada.

Sí, ya sé que muy probablemente sin los Huidobro no se hubiese podido conservar, pero en ningún otro sitio tengo una sensación de humillación tal como la que transmiten los guías-propietarios del lugar. Nada que ver, por ejemplo, cuando visité Santa María de Bujedo.

Aquí tenemos la entrada, ahora protegida por una verja que impide la visión exterior; tal vez para evitar expolios, tal vez para evitar que la gente tome fotos del exterior y no pase por caja. El edificio lateral es posterior, destinado a la recogida del pago de los diezmos de las posesiones del antiguo montasterio.


Vista del templo con la sierra de la Tesla al fondo. Lo más destacado son las formas armoniosas y la altura conseguida, gracias sobre todo al empleo en determinadas zonas de la piedra de Toba.


La portada concentra el mayor interés escultórico.


Destacan los frisos de los apóstoles. En especial este en el que aparece Cristo con san Juan dormido y Judas comiendo de su mano a la vez que roba un pez.


Un león luchando con una figura humana.


Otra vista del templo. La torre prismática es excepcional.



Los canecillos tiene muy buena talla y su temática es interesante. Abundan los de simbología erótica y lúdica.


por esta puerta se conectaba el templo con las dependencias del antiguo monasterio.





Como habréis podido deducir, no se permiten fotos en el interior. Tampoco se permite la subida a la torre por unas supuestas obras que no acaban de llegar.

En la red y en publicaciones especializadas podéis encontar más información técnica sobre el templo. En todo caso quiero dejaros algunas informaciones más bien históricas y poco conocidas, aunque en realidad casi todo lo que rodea a la historia de esta iglesia y su antiguo monasterio está envuelto en cierto halo de misterio. Lo que escribo aquí procede en su mayoría del libro "San pedro de Tejada y su retablo". de Joaquín de la Iglesia Alonso de Armiño.

Existe un documento de cronología dudosa, posiblemente de hacia 860, denominado “pacto de Tejada” en el que se cita al rey Ordoño y al conde Rodrigo y que tradicionalmente se considera el documento de fundación del monasterio. En el mismo las principales parroquias del valle prometen sumisión al abad Rodanio. En todo caso se hace referencia a la existencia de una regla anterior, con lo que la fundación original podría retraerse hasta el siglo VIII. Como ya citamos a la hora de describir el colegio de niñas huérfanas de Quintana de Valdivielso, varios capiteles de origen mozárabe fueron encontrados junto a la iglesia hacia 1920.

La documentación existente estimula la teoría de que San Pedro de Tejada, como algunos otros lugares de temprana fundación, fue sede episcopal a temporadas, tras la dispersión de la primitiva diócesis de Oca tras la invasión sarracena. En 1011 pasa a depender de Oña, junto con todas sus posesiones. Esta situación tendrá unas consecuencias contradictorias: por una parte se cercenará la posibilidad de ampliar los dominios pero por otra se garantizará su mantenimiento bajo el amparo de un monasterio tan poderoso. Muy probablemente sin esta vinculación a Oña no se hubiese podido construir el templo de que hoy disfrutamos.

Se calcula que la iglesia se empezó a construir a finales del siglo XI y tiene influencias navarras, posiblemente relacionadas con la permanencia de San Iñigo (el más afamado abad de Oña) en san Juan de la Peña. Precisamente respecto a este monasterio se detectan ciertas similitudes, como el ajedrezado que hay en torno a los arcos, los entablados de los capiteles, la forma arquitectónica y, sobre todo, los arcos ciegos que adornan la parte baja del interior del ábside. También hay que tener en cuenta que Sancho el Mayor de Navarra fue enterrado en Oña.

En todo caso existe muy poca información de este monasterio más allá de lo que podemos observar en sus piedras. En 1580 se sabe que habitan monjes pero en 1616 no figura Tejada como lugar de vecinos. Es decir, en la primera mitad del siglo XVII Tejada se despobló de vecinos, aunque el monasterio podría seguir habitado. En 1670 es cuando Argáiz ve los muros medio derruidos. Posiblemente en esta fecha ya no tendrían residencia regular los monjes en este lugar, habiéndose trasladado a Oña; aunque se seguían recogiendo y almacenando los frutos de los diezmos, pues el edificio utilizado para tal fin, que aún vemos al lado de la iglesia, es posterior.

Precisamente respecto a la despoblación del monasterio existe una inquietante leyenda. Cuentan de una epidemia que asolaba los fértiles pueblos del Valle y los piadosos monjes en su intento por asistir a los vecinos, fueron cayendo uno tras otro hasta que sólo quedó uno. Este, notando su cuerpo muy débil, cavó su propia fosa y acostándose en la misma, esperó una muerte que tardó poco en llegar.

Otra tradición relacionada con este lugar es el supuesto fragmento de la Vera Cruz, traído según crónicas en 1603 a Tejada, desde un origen incierto. Un monje la custodiaba y los pueblos vecinos hacían donativos para acogerse a su protección. En el año 1845 se acordó llevarla a Quintana, por encontrarse el puente ruinoso, con la obligación de devolverla una vez reparado. El puente se reparó pero la imagen no volvió.

Y aún podemos mencionar un último tesoro semidesconocido de este monasterio. Se trata de un retablo gótico, mandado colocar por el abad de Oña, Fray Alonso de Madrid, entre los años 1506 a 1512. De su análisis se desprende que no estaba hecho para esta ubicación y ni siquiera formaba una unidad, tratándose más bien de un reaprovechamiento de diversos cuadros pintados con otro fin. De hecho para colocarlo hubieron de romperse algunos ajedrezados y capiteles, tal y como se puede ver aún observando el hueco dejado por el mismo. Aquí podemos ver una foto de hacia 1950, cuando aún estaba en la iglesia.


Las tablas del retablo se llevaron a Madrid en 1963, donde fueron restauradas en la Casona del Buen Retiro, y tras una serie de peripecias han acabado, por fortuna, en el Museo de Burgos, donde podemos observarlas con detenimiento.

El silencio sobre el devenir de San Pedro de Tejada se extiende más allá de su fin como lugar de culto. En 1840 fueron vendidas todas las propiedades a la familia Huidobro, que es la que aún las posee. Según lo leído en el libro junto con el templo pasaron a manos de la familia los capiteles mozárabes y el fragmento de la Vera Cruz, pero nada sé de su ubicación y propiedad actual. Obviamente otras piezas fueron a parar a destinos conocidos o desconocidos. El Museo Marés, de triste renombre en el ámbito del expolio castellano, posee un crucifijo del gótico más primitivo.