miércoles, 26 de enero de 2011

Mil años en la historia burgalesa a través de una abadía (VII)

El siglo XV también traerá consigo disgustos para el cenobio. En estos momentos la sede benedictina de Valladolid inicia un proceso integrador para hacerse con el control de los monasterios de Castilla. Oña, debido a la bula papal de independencia que tenía desde sus comienzos, se opuso a estas maniobras.

Pero en un determinado momento se producen disensiones internas en el monasterio y uno de los bandos llama en su ayuda a la sede central y al obispo de Burgos. Los llegados aprovecharían el conflicto interno para hacerse dueños efectivos del monasterio durante unas décadas, y en este periodo se llevaron según Núñez: “muchas cosas de oro y plata y sedas. Y entre ellas se llevaron doce apóstoles de bulto y talla entera de plata y una imagen de bulto de plata del altar y capilla de Nuestra Señora a la manera de una niña de catorce años y una corona de oro que tenía el santo crucifijo”.

Pero además despojaron a la abadía de su autonomía, que hasta entonces había dependido exclusivamente de Roma, determinando la elección de abades, que dejaban de ser cargos vitalicios pasando a renovarse con ocasión de cada visita desde Valladolid, todo ello con la excusa de una reforma. Los de Valladolid piden y reciben en 1455 de Roma la confirmación de esta reforma, especialmente en lo referido a la elección bienal de priores (que ya no abades) y a la necesidad de su confirmación desde Valladolid. Pero los de Oña reclaman y se suspende la ejecución de las bulas. Por fin en 1492 Oña queda libre con todos sus anejos. En fin, que ya vemos que las tiranteces con Pucela vienen de lejos.

No obstante lo anterior, el final del siglo XV y el principio del siglo XVI permitieron la creación de los tesoros artísticos más valiosos que del antiguo monasterio nos han llegado hasta la actualidad. La gran capilla cuadrada que estaba diseñada para nueva cripta panteón se acaba convirtiendo en capilla mayor, mediante la construcción de su esbelta y alta cúpula culminada por una estrella de ocho puntas, obra muy probablemente de Simón de Colonia. Esta capilla es unos de los espacios de mayor volumen con estas características que nos podemos encontrar en el gótico, recordando, por su atrevimiento, a la del coro del monasterio del Escorial. A continuación la representación de la imagen que pudo tener la iglesia desde entonces, obra una vez más de Arzalluz. A un lado las capillas del Cristo y de la Virgen, que ya hemos mencionado.


De este periodo data la excelente sillería de nogal, así como los panteones y sepulcros, obras únicas del arte funerario en madera. Entre ambos panteones existía por aquel entonces un retablo de pinturas hispano-flamencas al estilo de la época, que sería retirado al crearse la capilla-abside de San Iñigo. Parte de las tablas de aquel retablo se encuentran repartidas hoy por diversos punto de la iglesia, y también hay alguna en el museo de Burgos. Otra imagen de Arzalluz al respecto.


A principios del siglo XVI, en 1503, se inicia la construcción de otro de los símbolos de lugar, el claustro gótico tardío del que aún podemos disfrutar, obra también de Simon de Colonia.

En este periodo, a partir de 1515, se llevan a cabo los trabajos de adecentamiento de la huerta del monasterio, en especial lo relacionado con los estanques y fuentes, que suministran pescado y agua al monasterio. Ya hablamos de estas fuentes hace algún tiempo, pero podemos hacernos a una idea de lo que el lugar significaba para el monasterio a través de una crónica de uno de los benedictinos que habitaban el lugar:

Una apacible visión ofrece a los mojes ancianos o enfermos. Siéntase a la vera de aquella esmeralda viviente y se complacen en ver jugar los peces, ordenados en dos escuadras a manera de pequeños navíos que jugaran a batallas navales en una naumaquia inocente. Esta agua…pasa por todas las dependencias de la abadía y en donde quiera, obsequiosa y humilde, deja detrás de sí la bendición. Saluda a los mojes fraternalmente; si se lo permite la compuerta que hace las veces de portero, entra en el molino y hace danzar las muelas; tritura el trigo y separa la harina del salvado haciéndola pasar por una criba sutil.
Junto a los molinos tenemos los batanes. Y si en los molinos afanose por hacer nuestro pan, en los batanes se afana por hacer nuestros hábitos. Por pesada que sea la faena, ella no se niega a ninguna que se la mande. Con un gran vigor levanta pesas pesadísimas y descarga golpes alternos que romperían los brazos de los bataneros o los lomos de las bestias.
Cuando todo está hecho, sutilizase a modo de anguila y metiéndose por los delgados conductos no hay oficina conventual por donde ella no pase. Ella guisa, ella criba, ella amasa, ella lava, ella lava, ella muele, ella riega y dondequiera que vaya lleva consigo primavera y flor, fecundidad y fruto.
Y cuando ha hecho todos estos servicios, no nos pide salario alguno. Pide sólo que se le deje ir libre y franca por amor de Dios. Cantando y blanca de espuma, más alegre aún y más humilde y obsequiosa que al entrar, sálese de la abadía y con los pies de diamante, puros como los pies de un niño entre la verde hierba, corre a precipitarse en el río. Y allí recomienza su temblante camino y su eterna huída”.

Adicionalmente, podemos comentar que entre 1524 y 1526 pasó por Oña el poeta y embajador de Venecia en España, Andrea Navagero, que relató en un libro titulado Viaje por España sus recorridos por la península.  He aquí lo que cuenta del monasterio:

“Yendo por el valle a la izquierda, a dos leguas de Poza, hay un monasterio de benedictinos, muy bello y rico, en un lugar que se llama Oña, el cual es de los monjes; el sitio es apacible abundante en agua: en medio de los jardines del monasterio, además de otras que hay en el lugar, nace una fuente que forma bellísimo estanque y canales que corren por todos los jardines y están llenos de truchas, entrando luego en el monasterio donde sirve para todos los menesteres de los frailes[…] Hay en Oña, en las bodegas de los frailes (que es siempre la cosa más notable que suelen tener estos santos padres) algunos toneles tan grandes que caben en cada uno 30 mil cántaros.”

(para que luego digan que en Burgos no se hacía Chacolí)

5 comentarios:

ZáLeZ dijo...

Hola Montacedo:
Me gusta la forma cronológica y ordenada que estás tratando al tema.
Parece que el problema acaparador y centra-lista de Pucelandia nos viene de lejos. Je, je..
Y con lo del chacolí, txakolina o como lo queramos llamar, pasa tres cuartos de lo mismo. Si se argumentaran factores históricos (otros no sabría decir) para saber dónde se empezó a producir y consumir chacolí, el País Vasco lo tendría "muy agraz" para justificar su idiosincrasia y "autoctonía".

ZáLeZ dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Montacedo dijo...

Gracias por tu comentario.

Elena Martín dijo...

He encontrado por casualidad tu blog y te tengo que dar la enhorabuena por el gran trabajo que estas haciendo recopilando datos de Burgos. Pero debo anotar, simplemente, que la bóveda de la capilla mayor no está hecha por Simón de Colonia, sino por Fernando Díaz de Presencio, un arquitecto casi desconocido pero bastante importante para nuestra provincia. Te dejo aquí una referencia bibliográfica para que puedas leer el artículo donde se demuestra su autoría:SILVA MAROTO, Pilar. “El monasterio de San Salvador de Oña en tiempo de los Reyes Católicos”. En: Archivo Español de Arte, Tomo 47, Nº 186, Madrid, CSIC, 1974. Un saludo y de nuevo enhorabuena

Montacedo dijo...

Muchas gracias por tu comentario y corrección. me temo que si eres experta en historia del arte encontrarás muchos fallos. Mi objetivo es ayudar a situar a Burgos en el mapa y a que los autóctonos nos sintamos orgullosos y ayudemos a preservar nuestro patromonio en todas sus modalidades. Si en el camino cometo unos cuantos errores de bulto (ójala los menos posibles) pues bienvenidos sean.

Un saludo y te animo a leer más entradas y a hacer más comentarios.