lunes, 2 de marzo de 2015

Ruta de senderismo: El Pan Perdido

El Pan Perdido, con sus 1238 metros, es la elevación más alta de la Sierra de Oña, la parte más meridional de los montes Obarenes. Hoy recorreremos una parte del interesante cordal de esta humilde alineación montañosa, que nos ofrece un importante contraste entre su vertiente sur, que domina la gran planicie de la Bureba, y la norte, desde se divisan buena parte de las numerosas elevaciones del norte burgalés. Entre los atractivos adicionales del recorrido se encuentran las interesantes iglesias románicas de Soto y Navas de Bureba, así como los lejanos ecos del castillo altomedieval de Petralata.
 
Dificultad: Media. Buena parte del recorrido por el cordal es incómodo, implicando  cierta complejidad.
Orientación (sin GPS con track o cartografía): Fácil en general. En el cordal hay que prestar atención para seleccionar la opción más adecuada.
Belleza: Alta
Tiempo y distancia: 4 horas y media (14,5  kilómetros) (sin acceso al castillo de Petralata reducir en 1 km y media hora aproximadamente).
 

 
Situación
 
Para llegar hasta Quintanaelez, punto de inicio de la ruta, desde Burgos tomaremos la N-I hasta Briviesca. Desde aquí seguimos la BU-5108 hacia Oña. En Cornudilla enlazamos con la N-232, que tomamos hacia la derecha. Tras unos cuantos kilómetros, llegando a Quintanaélez, con un poco de atención identificamos la pista que se dirige hacia Soto de Bureba. Dejamos los coches a la altura de las últimas casas de Quintanaélez siguiendo esta dirección.
 
Puntos de interés
 
Iglesias de Navas de Bureba y Salas de Bureba. Vistas de la Bureba, Algunos tramos del sendero de ascenso. Cordal montañoso. Pan Perdido y vistas desde este lugar. Enclave del Castillo de Petralata.
 
Descripción de la ruta
 
Tras aparcar el coche empezamos a andar en dirección Soto de Bureba por la pista indicada, encontrando un panel explicativo al principio del recorrido. Muy cerca observamos el pueblo al que se dirige este ramal, pero a mitad de camino encontramos un cruce en el que nos desviamos hacia la izquierda.
 
Entramos en el tramo más monótono del recorrido, y ya que hay que recorrerlo preferimos hacerlo al principio de la jornada. Se trata de un trayecto prácticamente recto de unos 3 km, con suaves toboganes, y que se dirige hacia el oeste, ignorando todas las bifurcaciones que se le ofrecen. Los elementos más interesantes de este tramo son las vistas hacia la sierra (a la derecha) y hacia la llanura burebana (a la izquierda), cerrada esta última por los picos de la Sierra de la Demanda (que aún tienen bastante nieve en esta época).
 
Vamos avanzando por el camino. Primero dejamos un frontón algo a la derecha. Luego entramos en un tramo asfaltado. Pasamos junto a un pequeño y recodito área recreativa y finalmente llegamos a las cercanías de Navas de Bureba. Frente a nosotros aparece la característica forma de la Mesa de Oña y a lo lejos se puede distinguir Poza de la Sal, arremolinada en la ladera del monte.
 
Entramos en el pueblo por la carretera de acceso al mismo, justo a la altura del cartel indicador. Nos dirigimos hacia la iglesia siguiendo la calle principal. Las casas no son especialmente llamativas: en esta zona abunda la construcción a base de ladrillo y revoque de cemento. Llegamos a la altura de la iglesia, que destaca por su llamativo ábside, y de la cual ya hemos hablado en este blog.
 
Seguimos la calle que bordea el ábside y pronto llegamos a la salida del pueblo. Al poco la pista asfaltada se bifurca. Nosotros vamos por la izquierda y enseguida el asfalto desaparece; justo a la altura de una nueva bifurcación en donde seguimos de nuevo por la izquierda.
 
El camino, que ahora enfila directamente hacia el monte, empieza a ganar altura. Poco a poco vamos dejando atrás las últimas tierras de labor y nos acercamos a un encinar. A nuestras espaldas tendremos todo el tiempo las amplias panorámicas de La Bureba, a las que no hacen justicia las fotos que he tomado (en parte por la bruma).
 
Tras un tramo por el encinar, hemos de prestar atención en una bifurcación al sendero secundario que nace en el lado izquierdo, pues es el que deberemos tomar. Desde este punto el bosque se cierra bastante más alrededor de un sendero que primero zigzaguea y luego asciende por una fuerte pedrera.
 
Tras salir del bosque el sendero acaba girando hacia la izquierda y suaviza su pendiente. De este modo el monte queda a nuestra derecha y el valle a la izquierda. La vereda se ha convertido en una senda montañera que ya va dejando a sus pies una parte de los macizos rocosos. Las vistas siguen siendo privilegiadas.
 
Sin demasiado esfuerzo acabamos llegando a una zona más abierta, en la cabecera superior de una cárcava. Desde aquí es fácil distinguir el tramo que nos separa del cordal, que trascurre por un suelo cubierto de matorral bajo. Recorremos este tramo que empieza con suavidad y luego se va haciendo más y más duro; tanto que acaba con una serie de eses. A nuestras espaldas aún observamos el pueblo de Navas, que queda casi 400 metros por debajo de nosotros.
 
Ya en el cordal tenemos acceso a contemplar unas amplias vistas de buena parte de las elevaciones del norte burgalés: La continuación de la sierra hacia el oeste, el valle que divide los dos sectores principales de los montes Obarenes, el macizo del Monte Humión, la Sierra de Árcena, Los Montes de la Peña, La Sierra de la Tesla, los montes de Espinosa de los Monteros e incluso Alto Campoo.
 
Seguimos el cordal hacia el este, primero con bastante facilidad. Bajo nosotros observamos el alargado caserío de Barcina de los Montes. Tras descender a un pequeño collado el cordal se vuelve bastante tortuoso y  deberemos estar atentos tanto a las marcas de pintura como al lugar donde ponemos nuestros pies.
 
En primer lugar el sendero tiende a ir por el lado derecho de las rocas del cordal, muy pegado a las mismas. Pasamos junto a un buzón montañero cuyo acceso implica una corta trepada. Al poco el sendero vuelve a la parte más elevada, pero pronto la abandona para buscar el pequeño hayedo del lado norte.
 
Los siguientes cientos de metros transcurren por este hayedo, que muestra los primeros signos de la foliación primaveral (hemos realizado la ruta en abril), algo por debajo del cumbral pero sin bajar demasiado. Cuando termina la parte más quebrada de la cima el sendero vuelve a acercarse a la misma, ya de modo definitivo. Frente a nosotros, no muy lejos, ya observamos el macizo del Pan Perdido.
 
Tras recorrer una especie de canal volvemos a una zona más abierta. Algo después afrontamos la parte final del ascenso, alcanzando la cumbre (está marcada con vértice geodésico). En este punto la ladera sur resulta ser mucho más abrupta que la norte. Observamos los mismos paisajes ya descritos: destaca el gran lago verde de la Bureba en la que aparecen los pequeños islotes de los pueblos. Al norte, cerca de la oscura sombra del Humión, podemos distinguir incluso la ciudad de Frías.
 
Tras el merecido descanso continuamos en la misma dirección descendiendo bruscamente hacia el este. Frente a nosotros observamos una nueva cima compuesta de dos paredones rocosos en paralelo. Es el lugar en donde se ubicaba el milenario castillo altomedieval de Petralata.
 
Bajando con las debidas precauciones alcanzamos el collado entre ambas cumbres. En el punto más bajo del mismo se localiza el sendero que baja de nuevo hacia La Bureba. En todo caso tenemos la posibilidad de sazonar la ruta ascendiendo hacia esta nueva cima. Para ello nos dirigimos a la empinada canal que se encuentra entre ambos paredones (hay marcas de una sencilla trocha).
 
La empinada ladera nos obliga a extremar las precauciones (por momentos deberemos ayudarnos de las manos). Una vez en la zona más alta de la unión de las peñas observamos una especie de pozo, probable signo del antiguo castillo. Emprendemos una trepada por el lado derecho y con un poco de precaución alcanzamos la cima: una especie de pasillo de medio metro de espesor en el que se distinguen los restos de un muro. Más información sobre este lugar nos la ofrece un experto explorador de este tipo de enclaves: Zález.
 
Descendiendo con precaución volvemos hasta el collado. El sendero de descenso, que primero va hacia el oeste, es un tanto difuso; pero pronto gira y se observa claramente su continuación. Perdemos altura poco a poco entrando en un pobre encinar. Un tramo más adelante la pendiente se vuelve mucho más acusada. Mirando en dirección a la montaña observamos unas curiosas elevaciones que recuerdan lejanamente a los Mallos de Riglos oscenses.
 
Rápidamente alcanzamos la falda del monte mientras que el sendero enlaza con un camino. Frente a nosotros observamos la ubicación de Soto de Bureba y Quintanaélez. Seguimos bajando ignorando todas las derivaciones. Nos obstante, ya muy cerca de Soto y a la altura de una pequeña loma, tomamos un camino más difuso que surge a nuestra izquierda. Pasamos junto a un depósito y pronto alcanzamos el citado pueblo. En su escaso caserío destaca sobremanera el templo románico, también tratado específicamente en este blog.
 
Desde Soto tomamos la pista que en un escaso kilómetro nos conduce al punto donde iniciamos nuestro recorrido.
 
Comentarios
 
El sendero descrito coincide con el sendero de pequeños recorrido PRC-BU-218, incluido dentro de los señalados en el proyecto de turismo ornitológico en Castilla y León (TRINO), y con la propina del ascenso al Castillo de Petralata. La señalización en el momento de realizar el recorrido (abril de 2014) es bastante buena.
 
Se trata de un recorrido de cierta dureza, por el ascenso al cordal y el avance del mismo. Además hay muchos puntos que exigen cierta atención y pericia; en los cuales las señales de pintura serán nuestro mejor guía. En todo caso no es una ruta complicada para las personas acostumbradas a la montaña.
 
Deberemos evitar realizar este recorrido en momentos de mucho calor, al tratarse de una zona muy expuesta al sol. Tal vez el mejor momento sea la primera mitad de la primavera, para observar los cultivos con sus tonos más brillantes.
 
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Track del recorrido (pulsa en el círculo verde para más información)





Vídeo con imágenes del recorrido.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Las vistas desde el Pan Perdido son muy bonitas. Y si después de la caminata decides darte un homenaje en Oña, redondeas el dia. Aitor